sábado, 12 de marzo de 2011
HISTORIA DE PEPE CALDERON
Todo ha sucedido como en una película de cine mudo en que las situaciones ocurren pero nadie mueve los labios. Nos comunicamos con miradas, con lágrimas y mostrándonos los dientes. Sabíamos de ante mano que dedicaríamos demasiado tiempo a nuestro trabajo de escritores. Lo que nadie jamás nos contó era que, además de aquello, debíamos ser nuestros propios editores, en servilletas, rayando la Biblia o con prisa garabateando las murallas de la ciudad mientras de reojo veíamos si aparecían aquellos mutantes de verde. Así nace, hace más de una década, “Dolores de Cabezas”, con un perfume de viejos libros incrustados y paracetamol de regalo. Este libro, o “El Dolores” como nos referimos a él cariñosamente, se remonta a aquellos años en que la gente sospechaba el fin del mundo, del error del milenio y aquellos raros efectos de la incertidumbre y la desinformación. Al acercarse el año 2000 surgieron muchos rumores de caos y catástrofes económicas en el mundo entero, un pavor generalizado a un eventual colapso de los sistemas basados en computadoras mediocres. Todo el mundo se caía a pedazos mientras nosotros fumábamos porros gigantes con la guata al sol tirados sobre el pasto del Parque Forestal junto a extravagantes poetas, pintores de desconocidas vanguardias y coleccionistas de fuste que llegaban a vender sus chiches con las vitrinas del negocio sobre la tierra, todo en las afueras del Bellas Artes. Mientras caía la tarde ofertábamos “El Dolores” que habíamos impreso en nuestra pieza y si se vendía algún ejemplar bebíamos vinos baratos, pisco puro y cuanto brebaje nos soltara aún más las palabras de la lengua, aquellas palabras que no podían desabrocharse con lucidez. De cualquier modo, los ejemplares eran pocos y por supuesto, aunque la venta fuese deficiente, beberíamos.
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